Éxodo de venezolanos a Colombia: Una tragedia humana


23 Octubre 2022   Juan Castillo*

Opinión
Éxodo de venezolanos a Colombia: Una tragedia humana

Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Antonio Machado

Con la mirada oeste me basta para ver transcurrir la columna humana que diariamente ronda mi morada, ubicada en el  kilómetro 17 de la vía panamericana, segmento Cali-Jamundi, en el Valle del Cauca,Colombia. Son cientos de hombres jóvenes, mujeres, niños, niñas y adultos mayores.

Familias completas arrastrando la miseria que les dejó el "chavismo" y ahora el "madurismo", apoyado por el armamentismo de los cubanos, los chinos y los rusos. A sus espaldas raídas maletas, en las que quedan aún vestigios de lo que otrora, fuera los colores de la "bandera del hermano país de Venezuela", guarda el lastre que arrastran por cientos de kilómetros andados a "pata limpia" o a duras penas con unas cotizas o chanclas de plástico, por agrestes caminos y carreteras terciarias o más bien, por  trochas colombianas.

La languidez de sus  cuerpos, agotados por el hambre que golpea sus barrigas y el frío que corroe sus huesos, por la inclemencia de los  climas en los valles secos y en las agrestes montañas, cruzando ríos con el agua a Ia cintura, adentrándose en Ia selva espesa de las cordilleras y escalando los páramos de los  andes colombianos, pernoctando en los caseríos o a orillas de las carreteras, "pidiendo una cola" a camioneros de carga, para cumplir el sueño, en que,"todos los caminos los llevará al sur, Ecuador,  bajar por el alto Talara en el  Perú, luego a Chile o Argentina, donde tampoco son bien recibidos.

El Gobierno Nacional en Colombia se esmera por dejarlos pasar la frontera como un acto humanitario, al que se le saca provecho político para legalizar fotografías, noticias y plata, aduciendo que son "Bienvenidos a LoColombia" como reza el aviso en el puente binacional en Cúcuta.

Permanecer en Colombia, es tan difícil, porque son tantos los trámites que deben realizar para legalizarse,  que prefieren divagar por las calles de Cúcuta, Bucaramanga, Medellín, Bogotá o Cali, " pidiendo para comer", durmiendo en las calles o en "cambuches", levantados en las zonas verdes, expuestos a las lluvias o al sol calcitrante del trópico. Los niños lloran de frío o de hambre o se entretienen jugando con envases de plástico vacíos que alguien les lanzó  desde su vehículo o lo dejó abandonado después de consumirlo.

Medio comen con lo que les den, aunque aún existen "personas piadosas" en los albergues u hogares de paso que les brindan una estadía o un plato de comida caliente,"para palear el hambre", en algún lugar de este país de Cucaña, cómo lo diría el poeta León de Greiff.

Los días y las noches transcurren en las calles y carreteras. Un  plástico negro les sirve de techo. Sus flácidas manos apenas pueden cubrir sus rostros moribundos mientras intentan conciliar el sueño. Sus pies descalzos muestran las ampollas y la mugre recogida en su andar por caminos polvorientos y carreteras de asfalto que queman sus dedos, dejando llagas infinitas en su piel cobriza venezolana.


"Es mejor dejarse morir de hambre en un pais extraño que volver a Venezuela", aseguran muchos.

 


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Escrito por


Juan Castillo*

Juan Castillo*

Investigador social y narrador de cuentos e historias. Productor de alimentos orgánicos y generador de paz en el territorio. Actualmente vive, con su familia, en su ecorefugio en el Valle geográfico del río Cauca, zona rural del distrito especial de Santiago de Cali, Valle del Cauca, Colombia. *Seudónimo

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