Fe


14 Julio 2016   Eduardo Llano

Opinión

La Fe es, según la biblia, “La certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.

Hay quienes profesan que si usted cree profundamente algo, en efecto lo puede crear en su realidad. Después de todo el verbo creer y  el verbo crear se conjugan igual en primera persona; yo creo.

Cada quien cree lo que quiere, algunos se convencen de las cosas más absurdas porque les facilita la vida, porque los llevan a tener una mejor imagen de sí mismos o simplemente porque el sentimiento de pertenencia a algo, el sentirse parte de la tribu parte de la manada, es un poderoso y ancestral incentivo de la conducta humana.

La fe se expresa hacia una creencia así hay quienes creen que tal o cual equipo de futbol es el mejor, hay quienes creen que Uribe o Santos ha sido el mejor presidente de Colombia, hay quienes creen que deben dar diezmo a su por pastor, hay quienes creen que los productos marca “ACME” les van a dar la libertad financiera, etc.

Repito, cada quién puede creer lo que quiera, está en su derecho, lo que sí es complicado es que esa fe que le profesan a su equipo a su político a su religión o a su red de mercadeo se convierta en el caballo de batalla con el que se quiera pasar por encima de todos los que no creen igual.

Es más complicado cuando la fe se convierte en fanatismo y las personas empiezan a vivir sesgadas orientadas por aquello en lo que ciegamente creen, de ahí nacen las barras bravas, los grupos políticos radicales, las sectas religiosas, y las estafas piramidales.

Un fanático no admite debate, no entiende razones, para él se trata sólo de seguir ciegamente el instinto de manada,  y en ese comportamiento se puede llevar por delante relaciones afectivas, fortunas, amistades, familia, e incluso la ley misma.

Los fanáticos que nos rondan invariablemente quieren nuestra energía nuestro voto o nuestro dinero, y cuando son confrontados con argumentos se enroscan en su propio dogma, sea el que sea y están dispuestos a todo por adoctrinar a otro en su doctrina.

Nos educan para la competencia, para ganar, para estar por encima de otro, no nos han educado para el disenso. El derecho a disentir, no sólo en la política sino en toda esfera de la vida debe ser un derecho fundamental. Nos deben educar el disenso como dice Rodrigo Llano en su libro el Disenso o el derecho a disentir: “Quien disiente no puede ser visto como un enemigo por el solo hecho de pensar diferente”.

Esa superioridad moral que algunos creen tener no aporta, no construye, muchas veces va en contra vía de lo que ellos mismos profesan (amor tolerancia perdón), y evita todo tipo de cuestionamiento de control: ¿Las barras son una mafia? ¿En qué se gasta el diezmo? ¿Van a responder por los “Falsos Positivos”? ¿Cuántos de los que entran en la red-pirámide se vuelven financieramente libres?

Yo quisiera tener la certeza y poder ver el deporte enaltecido, ver a nuestros políticos juzgados por sus crímenes, ver a las iglesias cristianas haciendo obras en contra del hambre la pobreza la ignorancia la desigualdad, ver un sistema económico que nos haga a TODOS financieramente libres.  Pero eso por lo visto eso sería un milagro que está más allá de la fe.


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Escrito por


Eduardo Llano Camacho

Eduardo Llano Camacho

Librepensador:. Practicante de Ho'oponopono. Lector del I-Ching. Asesor en Política. Comunicación. Estrategia. Exopolítica. Marketing Político-Social-Comercial y de Inclusión. Escritor de opinión y #Microcuentos.

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